Cómo la ancestralidad y el concepto de comunidad son los cimientos del futuro de la población negra en la tecnología
Si nos detenemos a reflexionar, la historia de los pueblos negros siempre ha estado entrelazada con la tecnología y la innovación: fue en el continente africano donde se produjo la primera revolución tecnológica de la humanidad.
Empezando por el Antiguo Egipto, donde se desarrollaron grandes avances tecnológicos y científicos en los campos de la ingeniería, astronomía, geometría, fabricación de tejidos, así como las matemáticas, química, arquitectura, medicina, farmacología y filosofía, entre otros; pasando por la región del Sáhara, donde se desarrollaron técnicas y herramientas agrícolas que jugaron un papel fundamental en la agricultura mundial, llegando al África subsahariana, donde además de la agricultura, se sabía manejar todo tipo de metales.
Sin embargo, esta no es la historia de África y del pueblo negro que solemos escuchar. La narración parte de la «colonización» europea que pretendía explotar los recursos naturales y humanos del continente africano, con el comercio de esclavos como actividad altamente lucrativa. Los investigadores indican que hasta 100 millones de personas fueron arrancadas de sus tierras y obligadas a cruzar el océano Atlántico para ser esclavizadas.
En la condición de esclavo, la persona era apartada de su vida familiar, recibía un nuevo nombre, se le borraba su identidad cultural, y se explotaban sus habilidades y conocimientos ancestrales heredados para aumentar los beneficios de sus amos, sin contar con la violencia y deshumanización constante en su día a día.
Estas condiciones, que violan los derechos de la persona, también van en contra de la filosofía africana del Ubuntu, basada en el respeto básico a los demás, y cuyos otros sentidos humanistas hablan de acoger, compartir y fortalecer una comunidad, es decir, la esencia de la traducción de esta filosofía es: «Yo soy porque nosotros somos».
Formar parte de una comunidad no supone solo tener una fuente de apoyo emocional, sino también un entorno de conexión y un posible amparo en otras esferas de la vida personal y profesional: en una sociedad estructurada sobre un sistema racista, es sumamente importante que las personas negras tengan apoyo en el mercado laboral.
Según un estudio realizado por Pretalab en 2017, en el 68,5% de los casos, las personas negras representan un máximo del 10% de los equipos de trabajo en el área de tecnología. Ante estas cifras, ¿cuál es el papel de la comunidad, más allá de prestar apoyo emocional a aquellos que la conforman?
La comunidad tiene el deber de servir como lugar de impulso e inserción en la tecnología, pero para ello necesitaría contar con el apoyo de alguna empresa o haber nacido dentro de una. Para impulsar el desarrollo de estas personas y su inserción en dicho mercado, es necesario crear iniciativas.
VTEX, por ejemplo, cuenta con la iniciativa Black Tech Writer, que tiene como objetivo fomentar la diversidad e inspirar a las nuevas generaciones de líderes en el mercado tecnológico, a través del Technical Writing. El programa, que acaba de graduar a su segunda clase, contó con 240 candidatos, de los cuales se seleccionaron 20 para participar en un entrenamiento de cinco semanas de duración.
La visión de una comunidad que nace dentro de una empresa habla de un futuro en el que la gente entiende la importancia de un entorno de trabajo diverso e inclusivo, porque creamos productos para las personas, y las personas son diversas.
Al tratarse de una empresa de tecnología, esto se refuerza cuando entendemos que en el 32,7% de los casos no hay personas negras en los equipos de trabajo. Entendiendo la gran conexión antes mencionada, entre las personas negras y la tecnología, encontramos movimientos culturales y políticos con el propósito de insertar esta otra cosmovisión en estas comunidades.
El futuro de las comunidades y las personas negras también está vinculado a la tecnología, lo que podemos traducir en afrofuturismo, la estética cultural, filosofía de la ciencia y la historia que habla de recuperar nuestra ancestralidad y, al mismo tiempo, pensar en el individuo negro como protagonista de los movimientos artísticos, de la ciencia y la tecnología, una perspectiva que devuelve lo que se le ha negado a la población negra desde el Antiguo Egipto.
Cuando el afrofuturismo habla de la ancestralidad como base de nuestro futuro, el movimiento busca que no olvidemos a figuras como Gerald A. Lawson, ingeniero electrónico estadounidense que, además de ser uno de las pocas personas negras que trabajaban en Silicon Valley en los años 70, fue el inventor de la función que permite pausar un juego y retornar sin perder el progreso de la partida; o a Katherine Johnson, matemática y científica espacial, que ayudó al hombre a llegar a la luna.
Sumado a estos y otros muchos personajes importantes de nuestra historia en la tecnología, tenemos también a Joy Buolamwini, un informático del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), que trabaja para mejorar la eficiencia del software de reconocimiento facial de personas negras, además de ser el fundador de The Algorithmic Justice League, una organización que pretende concienciar sobre las implicaciones sociales de la inteligencia artificial a través del arte y la investigación.
«El afrofuturismo es uno de los muchos pensamientos negros que nos permiten la noción de pertenencia».
Jonathan Ferr, pianista brasileño
El afrofuturismo también se muestra en el presente, donde las personas negras sueñan y anhelan lograr el acceso a la tecnología de forma integral, además del acceso y las posibilidades en las artes, así sea en un futuro lejano. De alguna manera, todo eso se muestra sumamente importante cuando hablamos de una cuestión diaspórica, pero también siguiendo el la inmovilidad del racismo, que no termina, no disminuye. Nos ayuda a proyectar nuestra sociedad hacia el futuro que todos queremos: un futuro en el que haya espacio para todos.